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ESPAÑA Y LAS ÓRDENES DINÁSTICAS DEL REINO DE LAS DOS SICILIAS
(una peculiaridad institucional histórico-jurídica)

Exc.mo Sr Dr D. Alfonso Ceballos-Escalera y Gila,
Marques de la Floresta, Cronista de Armas de Castilla y Leon

El sesenta aniversario del nacimiento del Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, Su Alteza Real el Serenísimo Señor Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, Duque de Calabria e Infante de España (q.D.g.), proporciona sobrado motivo para acometer un estudio histórico y jurídico sobre una particularidad que de siempre me ha llamado la atención: me refiero a la especialísima posición institucional de que han gozado en España las Órdenes Reales de la Monarquía napolitana, no sólo durante su efectiva vigencia, sino con posterioridad al fatídico año de 1860, y hasta el punto de alcanzar a nuestros días presentes.

En efecto, son muchas las Órdenes dinásticas pertenecientes a las Monarquías europeas que, al desaparecer estos regímenes, dejaron de ser reconocidas por España, que tampoco autorizó el uso de sus insignias en el territorio nacional. Este desdén afecta incluso a las Órdenes Reales de Francia (Saint-Èsprit, Saint-Michel y Saint-Louis), proscritas en España mediante la Real Cédula de .. de 1803(1) a consecuencia de la voluntad del Primer Cónsul, que no deseaba ver las extintas Órdenes Reales ostentadas en el extranjero -son conocidas las protestas de Bonaparte al respecto, cursadas a través del Ministerio de Relaciones Exteriores-. En todo caso, no sería fácil para los Borbones españoles ostentar la placa del Espíritu Santo después de la paz de Basilea (22 de julio de 1795) mediante cuyo tratado Don Carlos IV reconoció a la República francesa. Estas Órdenes francesas solamente fueron reconocidas y autorizadas de nuevo entre 1814 y 1830, pero no posteriormente, a pesar de ser la Casa de Francia la cuna de la Dinastía española. Igual suerte han corrido en España todas y cada una de las restantes Órdenes dinásticas de las Monarquías europeas, con la única y particularísima excepción de las pertenecientes a la Real Casa de las Dos Sicilias, como a continuación voy a exponer.

Las Órdenes Reales de las Dos Sicilias

La Monarquía napolitana contaba, casi desde sus orígenes en 1734, con varias Órdenes, unas dinásticas y otras estatales: la Insigne Orden de San Genaro (1738), la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge, la Real Orden de San Ferdinando e Mérito (1800), la Real y Militar Orden de San Jorge de la Reunión (1819), y la Orden de Francesco I. Sobre todas ellas han tratado in extenso varios autores, en especial el Marqués de Villarreal de Álava en su obra La Maison Royale des Deux Siciles, l'Ordre Constantinien de Saint Georges et l'Ordre de Saint Janvier (Madrid, 1964), y más recientemente Guy S. Sainty en su estudio The Orders of Chivarlry of the Bourbon Two Sicilies Dynasty (Madrid, 1989) y el Barón Pinoteau en su manual État présent de la Maison de Bourbon (4ª edición, ..). No es del caso repetir ahora estos relatos, aunque sí glosar brevemente los orígenes de las dos Órdenes que han obtenido el secular reconocimiento de las autoridades españolas: la Orden de San Genaro, y la Orden Constantiniana de San Jorge.

La Insigne y Real Orden de San Jenaro fue fundada en la ciudad de Nápoles el 3 de julio de 1738 por el entonces Rey de Nápoles y de Sicilia Don Carlos VII -Infante de España como hijo de Don Felipe V, Duque soberano de Parma, y desde 1759, Rey de las Españas con el nombre de Carlos III-. Se trata de la más importante de aquella Monarquía, y consiste en una Orden de carácter dinástico y familiar, instituida por un Soberano y formada por una confraternidad de caballeros nobles que no hacían voto alguno de carácter religioso o caballeresco. Probablemente el fundador se inspiró en la francesa Orden del Saint-Ésprit. El rango y prestigio que enseguida le reconocieron los monarcas europeos -señaladamente los de las Casas de Francia y de España- la proporcionaron la misma consideración que la aludida Orden del Espíritu Santo francesa, y que la Insigne del Toisón de Oro española.

Los Estatutos fundacionales determinan las insignias -una placa dorada semejante a las del Saint-Ésprit francés pero con la imagen del Santo Patrono, una banda roja, y un manto ceremonial-; fijan el número de caballeros en sesenta; exigen para ser condecorado la nobleza de los cuatro abolorios -requisito frecuentemente dispensado a muchos de ellos por el gran maestre-; y regula el gobierno corporativo por medio de cuatro oficiales, titulados canciller, maestro de ceremonias, tesorero y secretario -solamente pervive éste último, y es siempre un caballero de la Orden-. El tratamiento de Excelencia les fue reconocido en 24 de marzo de 1817.

El fundador gobernó la Orden no solamente durante su reinado napolitano, sino siendo ya Rey de España, hasta que en 1766 lo renunció en su hijo Don Fernando, en quien había abdicado en 1759 la corona de las Dos Sicilias. Los monarcas sucesores continuaron sin novedad discerniendo esta prestigiosa Orden, incluso después de la desaparición del Reino de las Dos Sicilias en 1860, pues hasta nuestros días los sucesivos Jefes de la Real Casa de las Dos Sicilias, grandes maestres de esta Orden, la han venido otorgando a sus más fieles servidores. Actualmente el IX gran maestre reside en España, y en Madrid tiene también su sede la Cancillería.

La historia de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge tiene un origen mucho más remoto, y en parte legendario puesto que se atribuye nada menos que a Constantino, Emperador de Roma, convertido al cristianismo en el año 312; desde entonces perduraría, según estas mismas leyendas, hasta llegar a los días del Imperio Romano de Oriente, durante la dinastía de los Ángelos bizantinos. Acabado aquel Imperio a manos de los turcos en 1453, la Orden Constantiniana y sus grandes maestres.. los Comneno se transfirieron a Italia, al amparo de la Santa Sede y de otros príncipes católicos. Los pontífices Calixto III, Pío II, Pablo II, Sixto IV, Inocencio VIII, Pablo III, Julio III, Pablo IV, Sixto V y Clemente VIII favorecieron a la Orden Constantiniana mediante varias bulas; también recibió protección por parte de Don Felipe II de España (1595) y del Emperador Fernando II (1630).

Por acta de 26 de julio de 1697, firmada en Venecia, el entonces gran maestre Juan Andrea Flavio Comneno hizo cesión de su cargo a favor de Francisco I Farnese, Duque soberano de Parma; acta aprobada por el pontífice Inocencio XII mediante la bula Sincerae Fidei de 29 de octubre de 1699. Notemos que la cesión se hizo a la familia Farnese como tal, y no en su cualidad de Duques de Parma y Guastalla; la Orden Constantiniana mantuvo así su carácter eminentemente familiar. Los nuevos grandes maestres revitalizaron mucho esta antigua Orden, dotándola de medios y de una relevante posición social. Acabada la dinastía parmesana de los Farnese, recayó su sucesión en Don Carlos de Borbón, Infante de España, hijo primogénito de la Reina Doña sabel de Farnesio, hermana del último Duque de Parma, estados heredados por el Infante en 1731. Cuando Don Carlos conquistó los Reinos de Nápoles y de Sicilia en 1734, trasladó la Orden Constantiniana a su nueva capital; y cuando llegó en 1759 a ser Rey de España, conservó este gran maestrazgo, que sólo hacia 1770 renunció en su hijo Don Ferdinando, en quien había abdicado las Dos Sicilias. Notemos, pues, el carácter dinástico y no territorial de esta Orden. Sus sucesores los Reyes de las Dos Sicilias conservaron esta Orden, mantenida luego de la desaparición de la Monarquía siciliana en 1860 -el Reino de Italia no intentó su abolición- por los Jefes de la Real Casa de las Dos Sicilias hasta nuestros días. Recordemos que a ella perteneció desde su juventud el Papa Pío XII, entre otras muchas personalidades relevantes de Italia y de España -donde actualmente reside el gran maestre Infante Don Carlos, y radica la Cancillería-.

Respecto de las tres restantes Órdenes del Reino de las Dos Sicilias, su historia es mucho más reducida. La Reale Ordine di San Ferdinando e Merito fue fundada en 1 de abril de 1800 por el Rey Ferdinando IV -entonces refugiado en Sicilia, tras la invasión francesa-, para premiar méritos militares y civiles, preferentemente hechos por sus súbditos sicilianos. La insignia consiste en un círculo que muestra al Santo Rey de Castilla, rodeado de seis lises blancas, todo puesto sobre un rafagado de oro; la banda era roja con los cantones azules. Abolida por los sardos en septiembre de 1860, apenas se concede desde 1894, en que falleció el último Monarca siciliano; pero su hermano y sucesor la otorgó en 1895 a sus dos hijos, entonces oficiales del Ejército español, que fueron autorizados a usar las insignias en España, como enseguida diré. La Reale e Militare Ordine di San Giorgio della Reunione fue establecida el 1º de enero de 1819, para sustituir a la Orden de las Dos Sicilias creada en 1808 por el intruso José Bonaparte. Se trata de una distinción destinada a premiar servicios militares, y contaba con siete u ocho grados; la insignia tomaba sus motivos y lema de la de la Orden Constantiniana; pero la banda era azul celeste con los cantos amarillos. Suprimida por los italianos en 1860, sobrevivió sin embargo hasta después de la muerte de Francisco II (1894), datándose la última concesión documentada en 1909; también los príncipes napolitanos Don Ferdinando y Don Carlo, oficiales del Ejército Español, fueron autorizados a lucir las insignias sobre su uniforme militar. Por fin, la Reale Ordine di Francesco I fue establecida por el monarca homónimo el 28 de septiembre de 1829, como un premioal mérito civil en general, particularmente en los campos del servicio público, la ciencia, las artes, la agricultura, la industria y el comercio. Contaba en su origen con los sólitos cinco grados de gran cruz, comendador, caballero, y medalla de oro y plata; pero en 1858 estos grados se aumentaron. La insignia consistía en una cruz maltesa blanca cantonada de lises doradas, sumada de la corona real, y en cuyo centro se mostraba un círculo de oro con la cifra del soberano fundador rodeada de la leyenda De Rege Optimo Merito; la banda era de color .. Al igual que las precedentes, fue abolida por los sardos en 1860, pero ciertamente ha perdurado hasta los días del Conde de Caserta.

La Corona de España y las Órdenes Reales napolitanas

Una vez expuestos muy brevemente los orígenes y la evolución histórica de las instituciones premiales napolitano-sicilianas, procede ahora examinar desde el punto de vista de los hechos, su secular relación con la Corona de España -es decir con el Estado español-.

Digamos, en primer lugar, que desde el mismo momento de la restauración de la Monarquía napolitana, los súbditos del Rey Católico reciben y gozan numerosas condecoraciones de las aludidas Órdenes de San Genaro y de San Jorge. De hecho, en las disposiciones fundacionales de la primera el Rey de Nápoles y de Sicilia reservó a su padre el Rey de España la facultad de nombrar manu regia hasta seis caballeros de la nueva Orden -de hecho, Don Felipe V nombró hasta nueve(2)-. Pero es que hubo mucha más intervención española: de la documentación conservada en España, resulta que la fundación de la Orden de San Genaro se gestó en gran medida en la Corte española, hasta el punto de que probablemente los Estatutos se redactaron en Madrid; y el Rey Católico fue consultado acerca de todos y cada uno de los caballeros que su hijo deseaba investir al tiempo de la fundación(3). Además, la primera impresión de los Estatutos, hecha en Nápoles por Francesco Ricciardo en aquel mismo año de 1738, se realizó en las dos lenguas, italiana y española; lo mismo se verificó en la tercera reedición de los mismos hecha en 1764(4). Para más honrar la nueva institución napolitana creada por su hijo, el Rey Don Felipe V concedió a todos los caballeros españoles el tratamiento de Excelencia, en justa correspondencia de lo que en la Corte napolitana se observaba con los del Toisón de Oro(5).

La influencia española en la nueva Orden de San Genaro fue muy intensa durante los primeros años de vida de la institución: en el reinado napolitano de Don Carlos (desde 1738 a 1759), recibieron la preciada banda encarnada hasta 57 súbditos del Rey Católico, sobre un total de 141 concesiones -es decir, que los españoles obtuvieron el 40% de todas las bandas concedidas entonces-. La Corte española celebró frecuentemente capítulos de la Orden de San Genaro -y la fiesta del Santo-, en los que recibieron la investidura de mano del Rey Católico varios agraciados residentes aquí(6).

La proclamación de Don Carlos como Rey de España en 1759 produjo una situación institucional interesantísima, y muy honrosa para las Órdenes de San Genaro y de San Jorge: porque el nuevo Monarca, que había abdicado de la Corona napolitana y siciliana, se reservó sin embargo el gran maestrazgo de ambas Órdenes, y lo mantuvo, siendo ya Rey de España, por espacio de siete años, o sea desde 1759 hasta fines de 1766 (1770 en el caso constantiniano)(7). Durante este periodo, pues, ambas Órdenes de origen italiano pasaron a ser instituciones propias de la Corona de España, y es por ello que las concesiones de cruces de ambas Órdenes se publicaban regularmente en la Gaceta de Madrid(8). Por añadidura, no fue infrecuente que el collar de San Genaro acompañase a los del Toisón de Oro y del Saint-Ésprit rodeando las Armas Reales españolas: así se muestra, por ejemplo, en el soberbio ejemplar que adorna la fachada de la Real Casa de Aduana, hoy Ministerio de Hacienda, en la madrileña calle de Alcalá(9). Esta peculiar circunstancia no se dio jamás respecto de ninguna otra Orden europea en tiempo alguno. Es más, el propio Monarca solicitó y obtuvo del Papa Clemente XVI en 1759 la celebración en todos los Reinos de España e Indias de la fiesta y octava del Santo Obispo de Benevento(10).

Recordemos la bien conocida circunstancia de que, en virtud del artículo 2º del Tratado de Nápoles suscrito en 3 de octubre de 1759 -por cierto todavía vigente-, y de los preceptos de la Pragmática de 6 de octubre de 1759, las Familias Reales de España y de las Dos Sicilias son y forman una sola y única Casa(11). Por esta razón los Reyes de España se han venido considerando siempre -al menos en los ámbitos moral y familiar- como cabeza de la Casa de las Dos Sicilias, cuya titulación ha formado parte siempre, incluso después de 1759, del llamado Título Grande(12).

Restituido el maestrazgo de ambas Órdenes al Rey de Nápoles y de Sicilia por los años de 1766-1770, la Corona española continuó reconociendo y autorizando el uso de sus insignias en todo el territorio de la Monarquía, tanto a los súbditos españoles como a los extranjeros. De hecho, los propios Monarcas y sus familiares hicieron un uso frecuente de sus insignias, como nos muestran los retratos conservados con la roja banda de San Genaro de Don Carlos IV con la roja banda de San Genaro(13); de su hermano el Infante Don Antonio Pascual, gran almirante(14); y de Don Fernando VII(15). Notemos que estas Personas Reales, después de 1814, jamás lucieron otras insignias que las de las Órdenes Reales españolas -Toisón de Oro, Carlos III, Isabel la Católica, San Fernando..-, con la única y particular excepción de éstas de las Dos Sicilias, circunstancia que nuevamente pone de relieve la peculiaridad institucional de que han venido gozando en España, donde sin duda se consideraban Órdenes de familia casi propias.

La caída y desaparición del Reino de las Dos Sicilias a manos de los piamonteses, en 1859-1860, no modificó un ápice de la situación aludida, hasta el punto de que los ciudadanos españoles condecorados por el exiliado Francisco II fueron autorizados a usar las insignias en España, como nos muestran los dos libros de registro de autorizaciones de uso de condecoraciones extranjeras conservados en el Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores(16): entre 1860 y 1877 fueron autorizados los siguientes españoles a usar en España las insignias de Órdenes Reales napolitanas: uno, las de la Orden de San Genaro; tres, las de la Constantiniana de San Jorge; veintiuno, las de la Orden de Francisco I; y otros dos, las de la Orden de San Ferdinando e Merito. Y notemos que España reconoció el nuevo Reino de Italia ya desde el año de 1865; sin embargo de lo cual continuó reconociendo y autorizando el uso de las insignias de las Órdenes Reales de la derrocada Monarquía de las Dos Sicilias. Y de hecho lo siguió haciendo durante muy largos años, toda vez que todavía en 1900 el embajador de Italia protestaba sobre el uso de las insignias de la Orden de San Genaro, sobre el uniforme militar español, por parte de los Príncipes Don Ferdinando y Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias, hijos del Conde de Caserta(17); del primero, futuro Duque de Calabria, conocemos un retrato fotográfico anterior al 1900 que lo muestra como capitán de Artillería luciendo sobre su pecho la insignia de la Orden de San Jorge de la Reunión(18). Un año después, en 1901, se autorizaba al mismo Don Carlos, ya Infante de España, el uso sobre el uniforme militar de la gran cruz de la Orden de San Ferdinando e Merito, que le había concedido su padre el Conde de Caserta, Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, por los méritos militares contraídos durante la campaña de Cuba, unos años antes(19). Y notemos también que, si durante el reinado del último Alfonso apenas se conservan antecedentes de esta clase de autorizaciones, más bien ha de deberse a que entonces no se verificaron concesiones a favor de ciudadanos españoles -y no a un cambio de criterio del Gobierno español-.

Tras las turbulencias del periodo que corrió desde 1931 a 1939, el Gobierno español mantuvo el secular reconocimiento de las Órdenes Reales de las Dos Sicilias. Aparte de la tácita tolerancia gubernativa al uso público en ceremonias oficiales de dichas insignias napolitanas, tres hechos más especiales así nos lo evidencian: me refiero a la pública ostentación de las respectivas insignias durante los funerales de Estado de los Infantes Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias (Sevilla, 1949), y de su hijo Don Alfonso de Borbón-Dos Sicilias (Madrid, 1964), éste último por cierto Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias. Pero, sobre todo, la invitación oficial a ambas Órdenes napolitanas para la asistencia en El Escorial a los capítulos bianuales de las Órdenes militares españolas de San Fernando y de San Hermenegildo. Efectivamente, al menos desde 1961 la Cancillería de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y de San Hermenegildo, siguiendo instrucciones del Gobierno español, ha venido cursando oficialmente las invitaciones para que la Insigne Orden de San Genaro y la Constantiniana de San Jorge acudiesen y se hallasen presentes, por medio de una representación, a los solemnes capítulos que cada dos años celebran dichas instituciones españolas en el Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, ocupando allí un lugar de honor expresamente reservado a ellas. De hecho, ha sido muy frecuente que los propios grandes maestres de las Órdenes Reales napolitanas -o sea, los Infantes Don Alfonso y Don Carlos-, hayan acudido allí por sus propias personas, y luciendo las insignias correspondientes a su alta dignidad -como también lo han hecho siempre los dignatarios de ambas Órdenes napolitanas comisionados al mismo efecto-. Notemos que el caso de que a dicho capítulo escurialense sean invitadas y acudan Órdenes dinásticas o estatales extranjeras es único, pues ninguna otra goza de esta especialísima consideración.

Durante el mismo periodo de 1939 a 1975, el Augusto Señor Conde de Barcelona (q.S.G.h.), Jefe de la Casa Real Española, lució en varias ocasiones el collar de la S. y M. Orden Constantiniana de San Jorge, como nos muestran algunos testimonios gráficos. Notemos de nuevo que dicho Augusto Señor jamás lució las insignias de ninguna otra Orden extranjera -salvo en ceremonias de Estado muy señaladas, en que estaba obligado a ello por razones de cortesía y de etiqueta-, lo que podemos interpretar como una recuperación del criterio tradicional respecto de la jefatura y patronato que la Corona de España ha venido ejerciendo sobre su filial la Casa de las Dos Sicilias, a tenor del vigente Tratado de Nápoles de 3 de octubre de 1759 y de la Pragmática de 6 de octubre de 1759, a que antes nos hemos referido. De hecho, es en tal cualidad como se dirigió a su tío Don Raniero de Borbón-Dos Sicilias en julio de 1960, para mediar en la disputa que desde aquel año afecta a la Real Casa de las Dos Sicilias(20).

Restaurada la Monarquía española en 1975, resulta que se han producido importantes novedades que han venido precisamente a consolidar esta particular consideración institucional de las Órdenes Reales napolitanas en España, hasta desembocar en un reconocimiento oficial expreso. De una parte, notemos que el uso de las insignias está no solamente aceptado por costumbre en España -se lucen públicamente tanto en las audiencias ante el Rey en Palacio(21), como en el ámbito de la Diplomacia(22)-, sino que es más bien autorizado oficial y expresamente: por ejemplo, en el ámbito castrense, donde el Ministerio de Defensa autoriza mediante Orden comunicada el uso de las insignias napolitanas sobre el uniforme militar de los oficiales condecorados con ellas(23).

De otra parte, y esto es lo más importante en el contexto de que tratamos, Su Majestad el Rey, por medio del Jefe de Su Casa -lo era entonces el General Marqués de Mondéjar, caballero del Toisón de Oro- solicitó en 1983 el parecer y dictamen del Consejo de Estado, del Ministerio de Justicia, del Ministerio de Asuntos Exteriores, y de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, acerca de la Jefatura de la Real Casa de las Dos Sicilias, y del gran maestrazgo de la Orden Constantiniana de San Jorge. Notemos que el caso es insólito, toda vez que las autoridades españolas jamás se han interesado por las pretensiones dinásticas de ninguna Casa Real europea -ni siquiera la de Francia, tan vinculada históricamente-, y menos aún por las Órdenes correspondientes a ellas. Es de destacar que el Rey de España intervino así en la disputa que divide a la Real Casa de las Dos Sicilias desde 1960 precisamente al amparo de lo prevenido en el Tratado de Nápoles de 1759, y la subsiguiente Pragmática de 6 de octubre del mismo año. Pues bien, los dictámenes solicitados fueron unánimes en sus conclusiones: tanto la condición de Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias, como la de gran maestre de la Orden Constantiniana, corresponden legítima y legalmente a S.A.R. Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, a quien S.M. reconoció como Infante de España en diciembre de 1994. Consecuentemente, el Jefe de la Casa del Rey así lo comunicó por escrito a S.A.R. el Duque de Calabria con fecha de 8 de marzo de 1984. Notemos que se trata, esta vez, de un reconocimiento expreso, indubitado, y sobre todo oficial, de la Orden Constantiniana -e indirectamente de la Orden de San Genaro, por estar íntimamente vinculada a la Jefatura de la Real Casa napolitana-, expresado de un modo solemne y público por las autoridades españolas del máximo rango cual son el Jefe de la Casa el Rey, los Ministerios de Justicia y de Asuntos Exteriores, o el Consejo de Estado.

Conclusiones

Examinando los hechos relatados en las páginas antecedentes, resulta que el Rey de España intervino notoriamente en la gestación y fundación de la Orden de San Genaro entre 1735 y 1738; que el mismo Rey Católico se reservó y ejerció la concesión de bandas de la misma a favor de súbditos españoles; que el Rey de España concedió tratamiento de excelencia a los caballeros de San Genaro en 1738; que el gran maestrazgo de la Orden Insigne de San Genaro, y el de la Constantiniana de San Jorge, permanecieron unidos a la Corona de España desde 1759 a 1766-1770; que en la misma época el collar de San Genaro ornó frecuentemente las Armas Reales españolas; que desde 1759 la fiesta y octava de San Genaro fueron festivos en todos los Reinos de España y de las Indias; que los Monarcas españoles lucieron con frecuencia, desde 1738 a 1833, las insignias de las Órdenes Reales napolitanas; que los súbditos y ciudadanos españoles fueron autorizados a lucir estas insignias incluso muchos años después de la desaparición del Reino de las Dos Sicilias; que las Órdenes Reales de San Genaro y de San Jorge vienen siendo invitadas de un modo oficial, desde hace cuarenta años al menos, a los capítulos de las Órdenes militares españolas de San Fernando y de San Hermenegildo; que los militares españoles están autorizados a lucir sobre el uniforme las respectivas insignias de ambas Órdenes napolitanas; que las mismas insignias se lucen libremente en actos públicos palatinos y diplomáticos; y que, en fin, las más altas autoridades españolas, por iniciativa de Su Majestad el Rey -que ostenta la Jefatura suprema de ambas Casa de España y de las Dos Sicilias en virtud del Tratado de Nápoles de 1759-, han reconocido en 1984 de un modo oficial y expreso al Infante Don Carlos como Jefe de la Real Casa de las Dos Sicilias y en consecuencia gran maestre de las Reales Órdenes de San Genaro y Constantiniana de San Jorge.

¿Existen hechos o antecedentes semejantes en relación con alguna otra Orden dinástica o estatal extranjera? En modo alguno. El Gobierno español jamás ha reconocido o autorizado el uso de las insignias de Órdenes dinásticas o estatales pertenecientes a Monarquías o regímenes derrocados o extinguidos -ni siquiera en lo tocante a la Casa de Francia, raíz de la Dinastía española-. Las circunstancias atinentes a las Órdenes Reales napolitanas en España son, pues, únicas y extraordinarias.

En conclusión, resulta acreditado el hecho cierto de que desde los mismo orígenes del Reino de las Dos Sicilias (1734), hasta su extinción en 1860, e incluso después hasta nuestros días, las Órdenes Reales napolitanas -en particular las de San Genaro y Constantiniana de San Jorge-, han gozado siempre en España de una consideración jurídico-institucional peculiar y privilegiada, y de un reconocimiento oficial expreso por parte de las autoridades españolas -caso único y extraordinario respecto de otros casos análogos-, y por consiguiente es evidente que está autorizado en España, tanto por varias disposiciones legales como por una costumbre secular -que también es fuente del Derecho español-, el uso de las respectivas insignias en actos oficiales, y en toda ceremonia pública o privada.

Madrid, 11 de abril de 1998.

1. Novísima Recopilación, .. Puede verse en impreso circular en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, .., Reales Cédulas, número 4..

2. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 471.

3. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpetas 1 y 4 (en esta última hay antecedentes desde 1735, que permiten afirmar que efectivamente los Estatutos se redactaron en Madrid).

4. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 465.

5. En fecha de 28 de julio de 1738: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 1. Notemos que no fue hasta 1817 que el Rey de las Dos Sicilias reconoció este tratamiento a los caballeros italianos de la Orden: Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 469.

6. Por ejemplo el celebrado en la real cámara el 19 de septiembre de 1739: Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 3.

7. Archivo General de Simancas, Secretaría de Estado (Reino de las Dos Sicilias), libro 136, folio 136; libro 320, folios 49, 51, 77; libro 324, folio 101v; libro 331, folios 38 y 70; libro 336, folios 41 y 86; libro 339, fol. 4; legajo 6096, doc. 17, folios 242-243; legajo 6099, fol. 35; legajo 5878, folio 139. Archivo Histórico Nacional, legajo 6349. Sobre todo este asunto, véase cuanto relata el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 63-68, 473, y 554-577.

8. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 475.

9. Son más frecuentes las representaciones documentales de esta clase: por ejemplo en la obra de Martínez Compañón titulada Trujillo del Perú en el siglo XVIII, que se conserva en la Biblioteca de Palacio. También figuran los collares napolitanos en el primer proyecto para las Armas Reales de Carlos III, que finalmente no se llevó a efecto: documento y dibujos en el Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo .. Citado y estudiado por Fernando GARCÍA-MERCADAL, ..El Escudo Grande de Carlos III, en "Emblemata", III (1997), pág. 229.

10. Archivo Histórico Nacional, sección de Estado, legajo 6349, carpeta 6.

11. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., páginas 42 y 50.

12. Cf. Fernando GARCÍA-MERCADAL, ..

13. De este Monarca conozco al menos cuatro retratos: el de Mengs, en el Museo del Prado, con traje de cazador -era entonces Príncipe de Asturias-; el de Goya, en el mismo Museo, con uniforme de coronel de Reales Guardias; el del mismo Goya, en el Palacio Real, ecuestre, con uniforme de Reales Guardias; y, en fin, el celebérrimo del mismo artista titulado La familia de Carlos IV, en el Prado.

14. Por .., en el Museo Naval.

15. Con la banda está en el ya aludido de La familia de Carlos IV, por Goya. Con la banda y placa en el que le hizo Goya, vistiendo de capitán general, que está en el Prado. También en el retrato ecuestre pintado por el mismo Goya, que se conserva en la Real Academia de San Fernando. Por fin, en el bonito retrato de Vicente López Portaña, en el Museo Naval (inv.2.679), luce la placa de la Orden de San Ferdinando e Merito.

16. AGMAE, Condecoraciones, libros 354 (años 1850-1866), 355 (años 1867-1884) y 356 (años 1875-1899).

17. Sobre ello interpeló un diputado: sesiones de las Cortes del 3 al 20 de diciembre de 1900. Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., página 115.

18. Ha sido publicado por Guy S. SAINTY en su obra citada, página 102.

19. Archivo General Militar de Segovia, 1ª sección (Personal), legajo B-14: expediente personal y hoja de servicios del interesado.

20. Carta reproducida por el Marqués de VILLARREAL DE ÁLAVA, op. cit., pág. 626.

21. Son muchas las personas condecoradas que traen las insignias en ceremonias y audiencias palatinas; recordamos, por ejemplo, al Duque de Huéscar luciendo la banda y placa de la gran cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge durante una audiencia con SS.MM. en el Palacio Real de Madrid, en ..

22. El 23 de abril de 1997, los dos embajadores españoles ante la Santa Sede y ante el Gobierno italiano, hallándose juntos durante una misa solemne convocada por la Orden Constantiniana de San Jorge en la iglesia romana de Santa María al Flaminio, lucían ambos sobre el uniforme diplomático las insignias de dicha Orden, con las que ambos están condecorados.

23. Por ejemplo, y por tratarse de casos recientes, recordemos las autorizaciones concedidas a don José Antonio Crespo-Francés, comandante de Infantería, mediante Orden comunicada de ..; y a don Fernando García-Mercadal y García-Loygorri, comandante auditor, mediante .., en febrero de 1998.


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